En la lucha contra el cáncer de mama, la medicina ha logrado avances extraordinarios en diagnóstico, cirugía y tratamiento. Cada vez más mujeres superan la enfermedad, pero muchas de ellas continúan arrastrando secuelas invisibles durante años. Algunas de esas consecuencias afectan al suelo pélvico, a su calidad de vida íntima, y también a algo que no se mide con radiografías: la relación que cada una tiene con su cuerpo tras el proceso oncológico.
Por eso, el estudio que está desarrollando la Universidad CEU Cardenal Herrera en Elche supone un antes y un después. No solo por lo innovador de su propuesta, sino por el mensaje que lanza: también se puede (y se debe) hablar de la salud del suelo pélvico tras el cáncer de mama. También eso se puede tratar. También eso importa.
El proyecto, realizado en colaboración con el Instituto de la Mujer y con financiación pública, cuenta con la participación de 120 mujeres que han superado un cáncer de mama. Su objetivo es evaluar cómo un programa de fisioterapia especializado, combinado con tecnología de radiofrecuencia, puede mejorar la musculatura del suelo pélvico, reducir síntomas como la incontinencia o la dispareunia, y, sobre todo, devolverles una sensación de control y bienestar sobre su propio cuerpo.
La metodología combina sesiones de ejercicio terapéutico adaptado a cada caso con el uso de radiofrecuencia no invasiva. Esta técnica estimula en profundidad los tejidos del suelo pélvico, favoreciendo la recuperación de su tonicidad y funcionalidad. Además, se acompaña de una intervención global desde la fisioterapia: se valora la postura, la respiración, la movilidad global, el estado emocional y el contexto vital de cada paciente.
Muchas de las participantes aseguran que, hasta ahora, nadie les había hablado de que estos síntomas pudieran estar relacionados con su tratamiento oncológico. Y mucho menos que existiera una solución. Durante años, han asumido que vivir con pequeñas pérdidas de orina, dolor en las relaciones sexuales, tirantez o una sensación de desconexión corporal era un precio a pagar por haber superado la enfermedad. Pero no lo es. No debería serlo.
Este proyecto está demostrando que es posible cambiar esa narrativa. Que la fisioterapia, cuando se aplica desde una visión integradora y humana, puede tener un impacto profundo no solo en la función física, sino también en la autoestima, la vida sexual y la salud emocional de estas mujeres.
En palabras de una de las fisioterapeutas del estudio:
“La recuperación pélvica no es un extra. Es parte de la salud. Acompañar a estas mujeres no es solo ayudarles a fortalecer una musculatura. Es escuchar su historia, su duelo, sus miedos… y ofrecerles una herramienta para reconciliarse con su cuerpo”.
Y es que, en definitiva, se trata de eso: de poder volver a confiar en el cuerpo, de sentirse completas, de volver a habitarse desde un lugar sano, libre de culpa o vergüenza.
En Physos, este enfoque nos resulta inspirador. No solo porque refuerza la importancia del suelo pélvico como parte esencial de nuestra salud, sino porque encaja con la forma en que entendemos la fisioterapia: como una herramienta real de transformación. Más allá del tratamiento, más allá del síntoma.
Desde Salamanca, celebramos cada avance que empuje a nuestra profesión a mirar más allá de lo evidente. Que ponga sobre la mesa conversaciones necesarias. Que haga visible lo que tantas veces se esconde.
Porque acompañar también es sanar.
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